Blog de Carlos J. García

Acerca del error de las predicciones en las encuestas políticas

El encadenamiento de graves errores de predicción estadística, de resultados de elecciones o referendos fundados en encuestas, empieza a ser un argumento bastante fiable para esperar que ocurra lo contrario de lo que pronostican.

Los tres más sonados últimamente han ocurrido con el Brexit, el acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno colombiano, y, él último, con los resultados de las elecciones a la presidencia de USA.

En el primer caso, el grueso de las encuestas pronosticaba que la población de Gran Bretaña votaría a favor de continuar perteneciendo a la CEE, y, el resultado fue que votó a favor de la salida.

En el segundo caso, el pronóstico mayoritario consistía en que la población de Colombia votaría en el sentido de ratificar el acuerdo de paz elaborado entre el Gobierno y las FARC, y, el resulto fue que no lo ratificó.

En el tercer caso, el pronóstico de las encuestas afirmaba que la candidata del Partido Demócrata a la Presidencia de USA, Hillary Clinton, obtendría el triunfo, mientras el candidato republicano, Donald Trump, sería el perdedor. El resultado fue el contrario.

En los tres casos, parece mentira que el inmenso trabajo efectuado por encuestadores y analistas, unido a un enorme desarrollo de la teoría estadística y al hecho de disponer de grandes muestras poblacionales, concluyera en estrepitosos fracasos predictivos.

Hay quienes afirman que el problema radica en que las encuestas introducen un sesgo intencional de quienes las hacen para influir en los resultados, es decir, que no reflejan las auténticas tendencias de voto, sino que ofrecen datos falsos para manipular a los votantes.

En este caso, la lógica de la manipulación podría ir en el sentido de afirmar que va a perder alguien que se pronostica ganador, para que los votantes reaccionen a favor de dicha opción, o, también, podría ir en el sentido contrario: afirmar que va a ganar alguien que las encuestas dan como perdedor, para que la población reaccione en el sentido que el encuestador desea.

No habría que descartar esta interpretación de tan malas predicciones, pero no parece que pueda ser de aplicación casi universal a todas las empresas e instituciones que se dedican a tal tarea. Todas, en conjunto, o al menos, la mayoría, en cada uno de los comicios, tienden a errar en el mismo sentido, lo cual no es compatible con los diferentes intereses políticos que cabría suponer en diferentes encuestadores.

La segunda opción, que es mucho más verosímil, consiste en que se produzca el error de pronóstico debido a que una parte significativa de la población muestreada mienta al contestar a las preguntas de los encuestadores. Es decir, si su intención es votar la opción A, afirme que va a votar la B.

En este caso, la diferencia entre los pronósticos y los resultados se explicaría por la ocultación de las intenciones de voto y su suplantación por las contrarias.

No obstante, hay una tercera opción que radica en la composición de las muestras con las que se trabaja para acumular los datos.

Hay partes de la población que son muy accesibles a los encuestadores (personas que están en las calles, que tienen teléfonos, internet, etc., y que les gusta participar en todo el proceso de votación, incluyendo la elaboración de las encuestas), mientras otros sectores, o no son accesibles por los medios habituales de contacto, o no están dispuestas a dar su información por diferentes razones, incluyendo la de que podría servir para manipular los resultados en alguna dirección.

Es decir, habría una parte de la población que vive oculta de los encuestadores o que oculta sus intenciones cuando es encuestada.

Fijándonos ahora en lo ocurrido en las tres consultas antes mencionadas (Brexit, Colombia, USA) en las que han fallado los pronósticos, y, que, en general, los resultados han sido interpretados apelando al populismo, me temo que pueda haber una tremenda confusión entre los términos populismo y patriotismo.

Hasta tal punto puede ser así que, lo que se está dando a entender por populismo, por los medios de comunicación, está cargado de lo que bien podría ser patriotismo, por muy antiguo que pueda sonar.

Si bien, podría haber algún argumento por el que se podría acusar a Donald Trump de populista, en el sentido de querer manipular a los votantes mediante falsas promesas, no parece que este mismo argumento se pudiera aplicar en los otros dos casos mencionados.

En el referendo británico no parece que se hayan hecho promesas de que la población fuera a obtener mayores beneficios económicos saliendo de la CEE que siguiendo dentro de ella, sino que las previsiones comunicadas apuntaban en el sentido contrario.

Tampoco parece que, en el caso del referendo sobre el acuerdo de paz colombiano, haya habido manipulación de ningún tipo en contra de dicho acuerdo de paz, sino todo lo contrario.

Volviendo a Donald Trump, dejando al margen sus teatralizaciones en la campaña electoral, o si, va o no va a ser un buen presidente, aquellos que le han votado frente a Hillary Clinton parecen desear que USA retorne al estado que tenía antes de terminar el siglo XX, e, incluso, más atrás.

Durante muchísimos años, USA presumió de no intervenir en los asuntos internos de otros países, lo cual casi nunca fue cierto, pero cuando de verdad se convirtió en un país declaradamente intervencionista fue a partir del gobierno de George Bush, en cuyo discurso de investidura ya hizo una fuerte declaración de intenciones en tal sentido.

Coincide dicho inicio con la puesta en práctica de la idea de globalización, o, tal vez, con la implantación de una forma de imperialismo a gran escala, por la que USA habría indefinido sus propias fronteras haciéndolas mucho más borrosas mediante un manifiesto intervencionismo en la implantación de regímenes políticos; inculturaciones; dominios comerciales y económicos; presencia militar, etc., en otros países.

De ahí que, su empeño en influir en otros países del mundo haya conllevado una marcada focalización de sus esfuerzos en el exterior, mientras ha descuidado la atención hacia los asuntos internos, por lo que el descontento de grandes sectores de su propia población no ha tardado en llegar.

No solo eso, sino que la ideología asociada a la globalización, no es, ni puede ser, asumida por una parte muy grande de su propia población.

Querer hacer al ser humano bajo el diseño ideológico vinculado a la globalización no puede ser aceptado sumisamente por todo el mundo sin que se produzcan las correspondientes resistencias.

Por mucho que los grandes medios, que expanden dicha ideología sistemáticamente por todas partes, consigan que sea aceptada en parte, sobre todo, por la población más joven, hay otra parte no menos numerosa cuyas creencias chocan frontalmente con aquello que dicha ideología trata de hacer creer.

Uno de los componentes, quizá no explícitos, pero cuya participación en la ideología de la globalización es poco discutible, consiste en el progresivo debilitamiento de las soberanías nacionales, por lo que, si no cambian las cosas, la previsión de su desaparición a largo plazo estaría fuera de toda duda.

Ahora bien, la intensidad de la sorpresa experimentada por los medios de comunicación a la vista de los resultados en USA, no solo procede de los errores de pronóstico, sino de percatarse que hay una gran parte de población que no comulga con dicha ideología.

Quienes tratan de expandir dicha ideología creían que ya tenían conquistada a la mayor parte de la población y, de pronto, se han percatado de que no es así, y, además, en uno de los países  de los que fundamentalmente emergió tal movimiento.

En Gran Bretaña a una parte de la población le resultaba especialmente molesta la merma de soberanía derivada de su pertenencia a la CEE, incluyendo que se le impusieran reglamentaciones en materia de inmigración y una legislación gigantesca como al resto de los países miembros.

En Colombia, gran parte de su población percibía en el acuerdo firmado con las FARC una claudicación del estado de derecho colombiano frente al terrorismo.

En USA, parecen participar tres factores fundamentales al unísono. Por un lado, el relativo a la equiparación de nacionales y extranjeros en cuanto a derechos de todo tipo;  por otro, el relativo a la mutación que está sufriendo la propia identidad estadounidense en muchos de sus estados, lo cual equivale a la pérdida de los rasgos distintivos de su previa cultura nacional; en tercer lugar, los perjuicios económicos que a sus nacionales les ocasiona la carga de su intervencionismo en el mundo.

Da la impresión de que, desde la campanada de salida del intervencionismo en el extranjero (militar, económico, político, cultural…) que dio George Bush en el inicio del milenio, de la que han pasado quince años, no han revertido beneficios significativos sobre la propia población estadounidense. Muchos impuestos y carencias de servicios públicos en aspectos fundamentales como la sanidad, ofrecen un balance negativo para grandes sectores de la población.

Las poblaciones de los países a los que me he referido perciben con la suficiente claridad tales estados de cosas, sin necesidad alguna de que haya populistas que les pinten las cosas como no son.

No obstante, en la mayor parte de países occidentales, la división poblacional entre quienes están a favor de la globalización, con la merma o extinción de las soberanías nacionales, y quienes están en contra, puede estar generando una confrontación de fondo cuyo único modo de manifestación son las reacciones nacionales o patrióticas expresadas en las urnas, sin que, necesariamente, se detecten previamente en las encuestas.

Ahora bien, el error de las encuestas radica en que hay una parte de los encuestados que miente, expresando lo contrario de lo que va a votar, y, a tenor de los resultados efectivos en las urnas, dicha parte coincide con el sector de la población que está disconforme con las posturas oficialistas que sostienen la ideología que se trata de imponer globalmente.

En los tres casos citados, era obvio que lo políticamente correcto consistía, por orden cronológico, en: 1) Votar a favor de la permanencia de GB en la CEE, 2) Votar a favor del acuerdo firmado por el gobierno colombiano y las FARC, y, 3) Votar a Hilary Clinton en vez de a Donald Trump.

En los tres casos, las encuestas iban a favor de lo políticamente correcto, mientras las urnas fueron en contra.

En consecuencia, si quienes mienten son aquellos que  optan por las opciones más patrióticas o nacionales, hay que deducir que la presión ideológica sobre la población es lo suficientemente intensa como para que muchas personas no se atrevan a decir, ni lo que piensan, ni lo que votarán.

Se trata de una parte de la población, generalmente silente, que, tal vez, solo se atreva a expresarse en las urnas.

Además, si quienes tildan de populistas a aquellos que promueven los votos a favor de opciones políticamente incorrectas —sin analizar en absoluto si cumplen los criterios del populismo— son, precisamente, quienes promueven los votos a favor de lo políticamente correcto, dicho juicio es una forma más de presionar a la población para que ceda a la presión ideológica dominante.

13 Comments
  • Miguel Carasatorre on 10/11/2016

    Bastante de acuerdo con tus líneas, Carlos, aunque yo añadiría que la globalización comenzó antes que Bush, a principios de los años 80, cuando las multinacionales americanas iniciaron el proceso de deslocalización de sus fábricas a países como China, con mano de obra barata.

    Acabo de volver de una estancia de tres años en Canadá y he visto claramente que muchos estadounidenses están bastantes hartos de políticas de minorías «mayoritarias». Básicamente no quieren que su país se convierta en Canadá. Por cierto, hablo de todo esto en mi libro «Mi gran sueño canadiense: el paraíso no existe». Lo siento, no era mi intención hablar de mi libro, pero venía a cuento. Un abrazo, Miguel

    • Carlos J. García on 10/11/2016

      Es cierto que el proceso de la globalización comenzó cuando tú señalas, si bien, lo que en principio podía considerarse una práctica de deslocalización del liberalismo salvaje para abaratar costes de producción y mayores ganancias comerciales, su verdadera dimensión política y la cristalización de su ideología se manifestó al principio de este siglo.
      No sabía que habías escrito este segundo libro. El primero que se titulaba «Mi casa en una mochila» en el que relatas magníficamente un viaje alrededor del mundo con una simple mochila me encantó. Por favor envíanos la referencia completa para poderlo comprar. Gracias por participar y aportar cosas de tanto interés.

      • Miguel Carasatorre on 11/11/2016

        Sí, bajo el mandatode un actor de nombre Ronald Reagan empezó el proceso…

        El libro (Mi gran sueño canadiense: el paraíso no existe, ISBN: 978-84-16393-75-6) puede adquirirse en

        https://www.deviaje.com/libreria

        o también en Amazon
        https://www.amazon.es/
        Saludos,
        Miguel Carasatorre

  • Francisco on 11/11/2016

    Claro, la gente de forma inconsciente en su gran mayoría tiende a la estabilidad en todos los aspectos tanto ontológicos, psicológicos y culturales. La globalización no es natural, es algo indefinido y esto el ser de una forma u otra lo siente dentro de sí. Gracias Carlos.

    • Carlos J. García on 11/11/2016

      Una de las varias características de la ideología de la globalización es, precisamente, su anti-naturalismo. No es que se trate de algo indefinido sino de un objetivo predefinido, posiblemente en todos sus extremos, que se va introduciendo de forma paulatina, poco a poco, para que no genere las resistencias que se producirían si se planteara de golpe. Gracias a ti.

  • Ignacio Benito Martínez on 12/11/2016

    Me encantó cómo está escrito el artículo y su claridad.
    Está claro que las encuestas se basan en aquellos datos que la gente aporta. No me cabe la menor duda de que no todo el mundo dice lo que piensa, y esto puede ser por diferentes motivos: puede que se trate de engañar a los otros, puede que al chocar lo que uno piensa con lo que parece que piensa la mayoría no se quiere que se sepan los pensamientos propios, y que cueste «ir en contra de lo que parece la mayoría» (miedo a la crítica ajena, quedarse solo…), y algunas otras razones…
    Que no todo el mundo dice lo que cree, es algo que está claro. Si no, seguramente, no existirían palabras como engaño, manipulación…

    • Carlos J. García on 17/11/2016

      Como digo en el artículo titulado La hipocresía social, en una sociedad en la que la hipocresía cobra un peso decisivo en muchísimas relaciones interpersonales, no es raro lo que ocurre en múltiples redes de comunicación, incluyendo las encuestas, aunque la causa última creo que reside en los poderes que manejan su funcionamiento desde posiciones de escasa visibilidad, que son los que sí tienen mucho que ocultar a la propia población, la cual se ve obligada, también, a ocultarse en gran medida.

  • Nacho on 16/11/2016

    Hola Carlos, creo que siendo ciertas tus sospechas sobre la no intervención de cierta clase de personas en encuestas, o incluso de que algunas de ellas tienden a mentir, creo que el ajustadísimo resultado de las tres consultas a que te refieres puede entrar dentro del error propio de esas encuestas. Lo que sí he detectado en las tres es una primera tendencia a volcarse claramente por uno de los resultados (el políticamente correcto) para después, y poco antes de los comicios, sospechosamente decantarse por el otro. Para mí es absoluta manipulación del poder en las encuestas tratando de prevenir el resultado no querido. Y les ha salido el tiro por la culata y quizás las explicaciones que tú das sean las reales, pero no lo sé.

    En segundo lugar quería opinar sobre los términos populismo, patriotismo y globalización. Porque a mi juicio se encuentran claramente intervenidas por el poder dominante. Por populismo yo entiendo prometer a la población lo que la población quiere, con independencia de si es lo que necesita o es posible dárselo (tienes una magnífica entrada al respecto); ahí entran acciones vinculadas a sentimientos-respuesta de la información manipulada de medios de comunicación (odio a otros países, a la clase política, a Bruselas, a los negros, a los musulmanes, etc..). Al patriotismo le doy un valor superior: es tratar de mantener o recuperar los valores de una sociedad concreta que, una vez, les hizo felices o al menos de sentirse orgullosos de formar parte-patriotismo viene de padre- (como los de la Castilla medieval en la que convivían perfectamente las tres religiones monoteístas, la Francia ilustrada..pocos más ejemplos puedo dar). Patriotismo no es devaluar otras sociedades/culturas/religiones/opiniones, sino de conservar y mejorar una identidad social (construida desde una genética social multiversa y no por contraposición a otras sociedades), cuando se ha demostrado constructiva individualmente.

    Y finalmente la globalización. Disfrazada por un acceso gratuito y global a la información que permitiría posicionarse como a uno le dé la gana, lo que realmente se esconde es información ya valorada, digerida y defecada que persigue un unívoco posicionamiento de toda la gente del mundo para respaldar al poder dominante. Dentro de poco ni siquiera serán necesarios los partidos políticos que actualmente ya son solo un “puente“ entre ese poder y la sociedad. En inglés y otros idiomas la búsqueda de referencias en internet ya se llama “to google”, es decir, una búsqueda de información neutral ya se haya absolutamente dirigida por una macro empresa privada accediendo a los contenidos políticamente correctos. No creo que sea o haya sido intención de google hacer eso pero sus algoritmos de posicionamiento de los resultados son claramente tendentes a primar aquellos sitios “bien vistos”. Y a través de google llegamos a la supuesta “información objetiva“ que conforma nuestras opiniones y si no la alternativa es escuchar a los absolutamente manipulados medios de masas.

    El efecto de esta globalización es la destrucción de cualquier tipo de sentimiento patriótico (ajeno a los intereses de las multinacionales) y por tanto la disolución ontológica de las sociedades, la proliferación de populismos en respuesta al malestar general con el único fin de ser votados sin más marco doctrinal sustantivo de fondo que el ansia de poder y un odio exacerbado, la tendencia a la desaparición de otras formas de pensar y vivir ajenas completamente al consumismo, la creación de opiniones unánimes ante problemas reales o problemas inventados por el poder, etc… Ahora viajo mucho y he tenido ocasión de verlo. Para mí Trump es un verdadero indeseable ignorante populista (carente de un cuerpo consistente doctrinario racional, más que el destilado del miedo, odio y rendición a intereses mucho más podersosos) que, sin embargo, ha captado el voto de gente más moderada y legítimamente patriota (que legítimamente tiende a defenderse de peligros obvios) que, como pasa en España, ha elegido lo “menos malo” dado que solo había dos opciones. Del Brexit el resultado viene de una tendencia patriótica en los mayores (unido a miedos por sus futuras jubilaciones) y una tendencia disolutiva de los jóvenes víctimas ya de la globalización.

    Saludos

    • Carlos J. García on 17/11/2016

      Lo que dices es verdad. Lo peor es que la sociedad se encuentra tan maltrecha, en cuanto a tal sociedad, que parece totalmente indefensa e incapaz de hacer frente al proceso de su manipulación-dominación por los poderes efectivos.

      En un artículo precedente de este mismo blog (creo que se titulaba España volatilizada en una Europa invertebrada), decía que la vertebración que España tenía de antiguo consistía en tres principios jerarquizados (Dios, Patria, Rey), y, afirmaría que esto era extensible a cualquier otra nación cristiana. El proceso que nos ha traído hasta aquí empezó por demoler la religión cristiana haciéndola explotar en múltiples sectas (Dios) y acabando en un ateísmo potentísimo. Solapándose con dicho proceso, acabó con la institución efectiva de la monarquía (Rey), y, actualmente, se encuentra en el proceso de demolición de las soberanías nacionales (Patria).

      Una persona elegida al azar, de forma previa a la crisis de occidente, no solo servía a Dios, a la Patria y al Rey, sino que esas tres instituciones le devolvían, entre otras muchas cosas, protección frente a multitud de potenciales problemas.

      Sin religión, sin nación y sin un sistema político limpio y claro que proteja al ciudadano de los desmanes de cualquier poder, ¿Qué le queda?

      Saludos.

      • Nacho on 17/11/2016

        Le queda el fútbol jajaja. Perdona por la broma. Si. Leí tu artículo que mencionas en su momento, como casi todos.
        Cuesta entender que creas en esos tres fundamentos sociales. Quizás por sus connotaciones totalitarias Pero reflexionando creo que tienes razón. Dios entendido como el padre protector de todos y por tanto como raíz común de todos (llámalo naturaleza aunque no tendría tanto efecto de unión). Rey como padre protector en la tierra de la sociedad y un elemento más de unión social (difícilmente sustituible por un gobierno elegido porque a un padre no se le elige por sus hijos, quizás por ello se tendía a divinizar al Rey) y Patria como hogar físico común. Las tres cosas son un potente pegamento social que da enorme seguridad al individuo. Y visto así tienes mucha razón: no queda mucho
        Gracias Carlos!

        • Carlos J. García on 17/11/2016

          Gracias por leer este blog con tanta generosidad.
          En cuanto a lo del fútbol, recuerdo que los más críticos del régimen anterior lo ponían verde, entre otras cosas, por imputarle su utilización política. Mi asombro al respecto ha venido cuando en el régimen actual la utilización del fútbol y de otras muchas formas de evasión, ha crecido hasta límites que jamás pude imaginar.
          En cuanto al asunto de “Dios, patria y rey”, a lo largo de buena parte de nuestra historia, anterior a la moderna, me temo que hay muy mala información al respecto.
          En Inglaterra, considerada cuna de nuestro actual sistema político, estaban, por un lado, los grandes terratenientes feudales con sus siervos que, a menudo, también ostentaban títulos nobiliarios. En general, en conjunto tenían un poder mayor que el rey, o, al menos similar. Las pugnas entre esos grupos de poder y el rey, explican bastante bien la sangrienta historia inglesa que expongo sucintamente en el artículo “Análisis del resentimiento en el marxismo”. El parlamentarismo (solo los “nobles” formaban el Parlamento), la nacionalización de la religión, el triunfo del liberalismo económico, el debilitamiento extremo de la figura del rey, y muchos otros aspectos que terminaron por imponerse en aquel país y se exportaron a buena parte del resto del mundo, han sido los cimientos del mundo en el que vivimos.
          Lo cierto es que, en general, el rey era la figura en la que confiaban los siervos para hacer justicia de los desmanes que cometían los señores feudales, y, además, la institución encargada de formar un ejército para defender a la nación de ejércitos extranjeros, lo cual era dificultado a menudo por los señores feudales. La actual imagen que se ofrece de la figura real en la historia, sea la que sea, es la de un tirano que se impone contra su propio pueblo. Eso era exactamente al revés, y si algún rey se convertía en tirano, poco tardaba el pueblo en quitarle del trono.
          El rey, en definitiva siempre fue un obstáculo para que los grupos de poder, nacionales o extranjeros, camparan a sus anchas. De ahí el empeño de los poderes emergentes en abolir la monarquía. En cuanto al mundo de las creencias, cualquier religión antigua aportaba un sistema moral en cierta conexión con la naturaleza, aparte otros muchos componentes explicativos, de costumbres, etc., todo lo cual era imprescindible para que una determinada sociedad funcionara con cierta cohesión. ¿Cómo no va a molestar al poder de turno que haya una sociedad cohesionada y moral que le dificulte seriamente su tarea de dividirla y hacerle comulgar con ruedas de molino? En Europa, el movimiento revolucionario que eliminó la monarquía, también, acabó con la religión.
          Quedaban las patrias, las naciones, con sus leyes, sus correspondientes historias, su cultura, sus reglamentaciones, sus usos y costumbres, sus complejas estructuras para articular el orden social en general, etc., aportando una organización social predominante en un determinado territorio. Al fin y al cabo, múltiples dificultades para que cualquier poder tuviera plena libertad para explotar al pueblo a su antojo. Esa es la barrera que actualmente está frenando en mayor medida la plena desprotección de cualquier ser humano en el mundo frente a los inmensos poderes carentes de radicación nacional.

          Hoy en día, la propaganda de esos enormes poderes que revolucionaron nuestra historia, ha conseguido algo que en su día era impensable, que, en resumen, desemboca en la afirmación que haces al respecto de “Cuesta entender que creas en esos tres fundamentos sociales. Quizás por sus connotaciones totalitarias”.

          Mis creencias al respecto carecen de importancia en este ámbito ya que lo importante es preguntarnos por qué otros fundamentos sociales que puedan aportar una estructura sólida a la propia sociedad se han sustituido aquellos. Me temo que el hueco que ha dejado tras de sí su destrucción es de tal magnitud que no tiene fácil remedio, al menos a medio plazo.

          Gracias por tu participación en este pequeño debate.

          • Nacho on 17/11/2016

            Gracias a ti por dedicarme tanto tiempo. Creo que es muy pertinente la explicación que das, que desde luego es diferente a la que antes yo esbozaba. Mucho más convincente.
            Solo por retocar tu argumentación en un aspecto puramente anecdótico creo que ese sentimiento de ‘amor a su rey’ de la población, en las sociedades medievales, nace fundamentalmente en Francia (reino Franco en rigor) con Carlomagno en el siglo IX que como su padre y abuelo se las tuvo que ver duramente con los señores feudales. Su protección al pueblo en general de su vasallaje obligado a sus señores, solo pretendía ganarse su adhesión para su participación en la defensa de su nuevo estado. Este modelo fue exportado a los normandos bastante después por pura proximidad y estos después a Inglaterra cuando la invadieron, además de una ingente transferencia cultural francesa que homogeneizo mucho los procesos sociales a ambos lados del canal con una separación a mi juicio inicialmente anecdótica en términos religiosos con Enrique VIII (aunque después con una repercusión enorme al carecer el rey de la enorme potencia del respaldo Vaticano que pudo explicar quizás el llenado de ese nicho vacante por un poder secularizado representado por el parlamento).
            Porque además y uniéndolo con la religión católica, con Carlomagno, y muy a su pesar (el Papa fue muy hábil) se instaura la ceremonia de coronación del rey por parte del Papa lo que con el tiempo y a medida que la Iglesia extiende su influencia, contribuye extraordinariamente al reforzamiento del papel del Rey ante la población dando una plena imbricación y sentido a la tríada que citas. Y que ahora adquiere mucho más sentido para mí.
            Gracias de nuevo

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